LAS FILIGRANAS DE PERDER
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agosto 03, 2009

Las Filigranas de Perder en el VII ENEL



Las Filigranas de Perder estará presente en el VII Encuentro Nacional de Estudiantes de Literatura y Áreas Afines (ENEL), dentro de la 22ª Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Los miembros fundadores, Alex Acevedo, Carlos Ayala y Néstor Pedraza, hemos sido invitados por REDNEL Nodo Bogotá para fungir de ponentes en el VII ENEL, e invitamos a todos los amigos y seguidores de nuestro trabajo a compartir con nosotros y a asistir a los diferentes eventos programados dentro del ENEL.

Jueves 13 de agosto de 2009

Mesa 1
Perspectivas literarias contemporáneas en Latinoamérica
Moderada por: Carol Contreras Suárez y Tania Lizarazo
Lugar: Auditorio Tomás Carrasquilla, Corferias

11:00 a 11:15 a.m. Las Filigranas de Perder
Invitados: Néstor Pedraza, Alex Acevedo y Carlos Ayala.

La programación completa se encuentra en http://nodobogota.blogspot.com/

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julio 13, 2008

¿Quiénes fundaron Las Filigranas de Perder?


El Movimiento Literario Independiente Las Filigranas de Perder fue fundado por los escritores Alex Acevedo (Bogotá, Colombia, 1970), filósofo y administrador de empresas; Carlos Ayala (Bogotá, Colombia, 1977), librero, historiador y técnico en archivística; y Néstor Pedraza (Zipaquirá, Colombia, 1971), artesano, gestor cultural y consultor en tecnologías de la información.

Dedicados a la literatura como lectores y escritores desde la niñez, premiados cada uno en concursos literarios en diferentes momentos de sus vidas, iniciaron un trabajo literario colectivo en el año 2002, que surgió de la necesidad de completar la escritura de una novela en apenas una semana (tiempo que restaba para presentarla a concurso).

Gracias a este esfuerzo, recibieron Mención de Honor en el Premio Nacional de Novela organizado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT) con la novela negra El Instalador, escrita a seis manos. En 2003 escribieron una novela experimental, mezcla de género negro e historia de vampiros, titulada Una Temporada de Sal. Para completar una trilogía de novelas, en 2004 escribieron cuatro relatos de ciencia ficción de corte cyberpunk, que juntos constituyen una obra novelística titulada Manual de Levitación Magnética.

En 2006 inauguraron Las Filigranas de Perder, con la idea de rescatar el arte de escribir por amor a la literatura y no por la mera búsqueda de los premios y las publicaciones, y promoviendo la creación colectiva en literatura. Dentro de este movimiento, diseñaron y dictaron el Taller de Ensayo y Cuento “En la Inmunda” para compartir sus experiencias en solitario y en colectivo con otros escritores (la programación de este taller y todos los textos producidos dentro del mismo, están publicados en http://tallerenlainmunda.blogspot.com/). Ese mismo año fueron invitados al II Simposio Internacional de Literatura de la Universidad Central, donde presentaron su ponencia La Creación Colectiva en el Género Negro, que fue publicada en la revista Hojas Universitarias (en esta ponencia, que también se encuentra publicada en http://lasfiligranasdeperder.blogspot.com/2007/03/la-creacin-colectiva-en-el-gnero-negro.html, están consignados los detalles de la génesis de El Instalador). El segundo relato constitutivo de su tercera novela, titulado El Otoño del Superconductor, recibió diploma de finalista en el Concurso de Novela Breve 25 años del Taller de Escritores de la Universidad Central (TEUC).

En 2007, los tres ganaron premio en la convocatoria Bogotá, Un Libro Abierto (parte del programa Bogotá, Capital Mundial del Libro 2007) organizada por la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (SDCRD), con su proyecto Talleres de Creación Colectiva en Literatura: 4 talleres que se llevaron a cabo en 4 importantes bibliotecas públicas de la ciudad (los detalles de este proyecto y todos los textos producidos en los 4 talleres, se encuentran publicados en http://creacioncolectivaliteraria.blogspot.com/).

El relato Siete Hierbas y Un Gatito, que constituye el segundo capítulo de su primera novela El Instalador, fue publicado en 2008 por Arango Editores en su antología de nuevos escritores colombianos “Señales de Ruta”. Ese mismo año, los fundadores de Las Filigranas de Perder publicaron el libro “Simbiosis Virginal”, una antología con los mejores textos surgidos de los cuatro talleres de creación colectiva dictados en 2007. “Simbiosis Virginal” fue lanzado dentro de la 21ª Feria del Libro de Bogotá, en la que Las Filigranas de Perder realizaron otras actividades relacionadas. Actualmente, Las Filigranas de Perder forma parte del proyecto de Red Distrital de Talleristas Literarios en Bogotá, que en breve realizará una publicación en asocio con el programa Libro Al Viento.

Las Filigranas de Perder se ha propuesto servir de puente y semillero para la conformación de una Red Cultural Distrital, que consolide el trabajo colaborativo y asociativo de todas las organizaciones, entidades y agrupaciones que trabajan por la cultura, las artes y el patrimonio en Bogotá. Dentro de ese espíritu, este Movimiento, que continúa buscando la promoción de la escritura y la lectura, y que sigue siendo punto de encuentro de autores de toda Iberoamérica, está desarrollando proyectos con y ofreciendo servicios a diferentes organizaciones culturales en la capital colombiana.

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septiembre 08, 2007

Charla con la Triada en la Universidad Javeriana de Bogotá



Invitamos a todos los miembros, amigos y seguidores de Las Filigranas de Perder a la charla que sus miembros fundadores darán este Martes 18 de Septiembre a las 6:00 PM en el Auditorio Novoa de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia.

Carlos Ayala, Alex Acevedo y Néstor Pedraza hablarán sobre su proceso de creación colectiva, sobre su proyecto Talleres de Creación Colectiva en Literatura y leerán apartes de su obra.

Están todos invitados.

Para tener más información sobre la Triada (aka Triada Luminaria) y el Movimiento Literario Independiente Las Filigranas de Perder, pueden visitar los siguientes enlaces:

http://rednel.blogspot.com/2007/08/literatura-seis-manos-en-la-un.html

http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/articulos/cultura/cultura_20070821_creacion.html

http://www.divulgacion.unal.edu.co/semanal.php

http://www.letralia.com/171/1003talleres.htm

http://edita-t.com/pantalla.htm

http://literaturame.net/Noticiario/2007/09/03/realizan-en-bogota-talleres-de-creacion-colectiva-letralia/

http://lasfiligranasdeperder.blogspot.com/2007/07/por-qu-las-filigranas-de-perder.html

http://lasfiligranasdeperder.blogspot.com/2007/05/qu-y-quines-son-las-filigranas-de.html

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agosto 16, 2007

Tertulia con La Triada en la Universidad Nacional de Colombia



Gracias a la amable invitación extendida por el Área de Cine y Literatura de la Dirección Nacional de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, Alex Acevedo, Carlos Ayala y Néstor Pedraza, fundadores del Movimiento Literario Independiente Las Filigranas de Perder, y miembros del colectivo de creación literaria conocido como Triada Luminaria, tendrán un acercamiento con literatos, estudiantes, miembros de la academia y público en general, en un conversatorio que forma parte de la programación de la Franja “Lecturas Inéditas”, en el que hablarán sobre sus proyectos, su Movimiento y su trabajo de creación colectiva.


La cita es el martes 21 de agosto a las 6:00 p.m., en la Sala de Conferencias del Auditorio León de Greiff, en la Ciudad Universitaria (UN, Bogotá). Los detalles de este evento han sido publicados por Unimedios en el enlace Los detalles de este evento han sido publicados por Unimedios en el enlace Conversatorios Sobre la Nueva Literatura Colombiana

Están todos cordialmente invitados. El acceso es gratuito.

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agosto 06, 2007

Creación Colectiva de La Triada en Revista Hojas Universitarias


La revista Hojas Universitarias, de la Universidad Central (Colombia), ha publicado en su edición de abril de 2007 la ponencia "La Creación Colectiva en el Género Negro", escrita a seis manos por Carlos Ayala, Néstor Pedraza y Alex Acevedo, fundadores del Movimiento Literario Independiente Las Filigranas de Perder, y miembros del colectivo de creación literaria conocido como Triada Luminaria.

La Triada presentó esta ponencia durante el II Simposio Internacional de Literatura de la Universidad Central, en septiembre de 2006. En la sección "Actividades de Las Filigranas de Perder", del índice de este blog, se encuentra un enlace que brinda información sobre este evento.

El texto completo de la ponencia también puede leerse a través de un enlace que se encuentra en la sección "Creaciones Colectivas" del índice de este blog.

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julio 09, 2007

Gángsters de las Vías Urinarias - Prosa de uno de nuestros fundadores


GÁNGSTERS DE LAS VÍAS URINARIAS
Alex Acevedo

ADVERTENCIA: Si usted es de los que creen que una película se le daña si le cuentan el argumento, mejor absténgase de leer lo que sigue, porque aquí sólo encontrará los detalles de una película de principio a fin.


¿Qué mueve a un ser humano a escribir? ¿Cuáles son las motivaciones primigenias de un escritor? Unos dirán que la contemplación de un acantilado, otros dirán que la simple presencia de una insoportable hoja en blanco, y otros más que la convicción de poseer los poderes de Dios, y así. En efecto, las motivaciones del escritor pueden ser tan variadas como un abanico de razas, de olores picantes o de sensaciones táctiles, pero al final, luego de la mirada depredadora y el análisis devastador, quizás lleguemos con Faulkner a la conclusión de que muchas veces uno termina escribiendo para exorcizar un amorío trunco o para amansar un amorío rebelde. Así es al menos el caso de Chimo, en esa riquísima película de Ziad Doueiri que lleva por título “Lila dit ça” (“Lo que Lila decía”, 2004).

La cámara nos transporta a Marsella, llegamos a un barrio bajo, un barrio de extranjeros, principalmente de esa ralea que habla árabe con acento francés, un barrio de desempleados, de ladrones, de vagos. Y en una esquina tenemos a Mouloud El Prepotente junto a sus tres secuaces —Bakary, Big Jo & Chimo—, jóvenes, vagos, ladrones, mientras que en la otra esquina aparece Lila La Rubia y su tía desalmada. Ahora revelemos el dato clave: Lila es bellísima, tiene dieciséis carnudos años y usa unas faldas de puro ensueño. La vemos pasar frente a nuestros ojos taciturnos, va caminando lenta y segura, remolcando su bicimoto, en una tarde llena de luz, y parece como si el mundo se fuera a acabar.

En la siguiente escena aparecen Lila y Chimo, tragándose a sorbos enormes la tarde, en un parquecito del barrio. Cruzan un par de monosílabos de donde uno debe deducir que se están hasta ahora presentando, y a continuación viene una pregunta completamente casual de parte de la angelita rubia: “¿Quieres que te la muestre? ¿Quieres vérmela?”. Y Chimo, igualmente angelical, cree que ha sido cogido fuera de base por primera vez; pensará si acaso: “¿Cómo así? Esta vieja qué o cómo, pero a qué horas, o por qué, y cómo, o mejor dicho de qué mierda me está hablando... Espere. ‘Mostrármela’. ¿Cómo así?”. Y Lila, para enredar más la confusión de Chimo, le aclara que es que a ella le fascina mostrársela a los tipos, a ciertos tipos, pero que la pregunta no es acertijo, ni adivinanza, ni desafío, y él simplemente tiene que decir sí o no antes de que la promoción se acabe, y justamente ya se está acabando. Entonces Chimo sonríe y dice que sí, que sí, que bueno. Y ella vuelve a preguntarle que si mucho o poco, porque hay esas alternativas. Y Chimo dice, pues mucho, mucho, muchísimo, lo más que se pueda. Entonces Lila se monta en un columpio, le dice a Chimo que se haga justo al frente, se impulsa, se sube un poco la falda, abre las piernas y ofrece a los ojos de Chimo ese pedazo de piel labial y vello rubio que tiene forma de cepo, o grillete, o mala suerte, pésima suerte. Pobre Chimo...

¿Y qué puede hacer Chimo luego de semejante villanía? Pues... ¡escribir! O enamorarse, o escribir enamorado, que ya es el colmo. Chimo empieza pues un diario con todas las cosas que le ha dicho Lila. Días después, en un arrebato, le muestra un par de hojas a su maestra en el colegio, y ella, muy seria, muy amable, picada también por la habilidad del cabro, se atreve a hacerle la típica visita al hogar, para decir delante de la madre de Chimo, que su hijo, mi señora, quién lo creyera, tiene talento, tiene futuro, puede servir para ese oficio tan complicado de escribir, y por eso, sin más, le recomienda, mi señora y Chimo, le recomienda presentar solicitud para una escuela en París, una academia donde auténticos escritores le podrán enseñar más y mejor. Chimo le contesta que muy bueno sí suena y todo, pero con qué plata, y ella, la maestra, le dice que no se preocupe por esa bobada, que plata no se necesita, que lo que hace falta es escribir unas cuantas hojas de buena calidad y el resto vendrá por añadidura.

Mientras lo piensa y lo piensa, Chimo decide contarle a sus compinches lo que le dijo la maestra, y ellos —Mouloud sobre todo— cómo no, le recomiendan bajarse de la nube, aterrizar, qué va a ser escritor un pobre hijueputa como él, si los escritores son todos gente de mucho billete, gente que huele bien, tipos correctos como García Márquez, o ¿no lo ha visto al cuchito, todo portable, todo endomingado, de visita en el Comando de Policía de Cartagena? No, Chimo, mijo, lo suyo es otra cosa: el fracaso, el desempleo, las drogas, el hurto calificado, el chuleo, y mirá esta hembra como está de rica... En efecto, va pasando delante de los amigos la bella Lila, pero ahora es la mata del orgullo y no les dirige ni la pizca de una mirada, y con todo y todo, Mouloud siente que ha sido tocado por una mano divina, y se cree por lo tanto en la obligación de casarse con esa mamacita, o por lo menos meterse su buen revolcón con ella. Y Chimo no dice nada, pero sabe que ya va lejos de Mouloud en la conquista de la rica; aún más, sabe que Mouloud nunca tendrá ni el más remoto chance con ella.

Total que otro día, a la salida del supermercado, por pura casualidad, se encuentran el escritor y la musa, y ella le pone su motoneta a disposición, como para acercarlo a la casa o así. ¿Y como hacen para caber los dos en esa máquina de miniatura donde sólo caben cabalmente dos enanos muy flacos? Pues... ¡apercollados, muy juntitos! Ay, y mientras ruedan por el puerto —porque la gracia de llevar a Chimo a su casa era hacerlo por el camino más largo, y ese camino es el que incluye una vuelta entera por Marsella—, Lila le dice que está feliz, que mire si no el rubor que le enciende las mejillas, o el brillo tremendo que le alumbra los ojos, y a que no adivina por qué. Y Chimo no sabe qué decir, parco como es, pero ella le revela el secreto: el sillín de la moto. ¿El sillín? Sí, es que ella acomoda su partes de modo primaveral sobre el sillín, es decir, de forma que la espuma encuentre el acople perfecto con su clítoris, así, a cada salto o desnivel del pavimento, pues... “¿Ya se te paró?”, le pregunta entonces Lila, y Chimo sonríe, y bueno... A veces es difícil ser un buen musulmán, a veces duele de verdad ser hasta un buen inmigrante musulmán en tierras de los bárbaros franchutes, a veces incluso cuesta demasiado ser simplemente humano... Claro, ocurre la pajita más fotogénica de cuantas hayan maquinado los cineastas, una que ejecuta la primorosa mano de Lila mientras ruedan en la motoneta por el puerto de Marsella a plenas cuatro de la tarde. Y lo mejor es que ni usted ni yo vemos nada, nada que no sea la cara adolorida de Chimo, o el rostro sonrosado de Lila. Y su conclusión, y la mía, y la de Chimo, es que Lila no puede ser otra cosa que una mentira ardiente de aquí a Pekín; es decir, esta Lila tan rica y tan puta y tan angelita no puede existir sino en la torcida mente de un pornógrafo avezado, digamos un Steve Hirsch, el de Vivid, por ejemplo cuando se refería a Savanah hablando de un ángel inocente que sólo hacía porquerías. En fin, volvamos, recojamos, un trozo de papel higiénico, si son tan amables...

Sí, efectivamente, así cualquiera escribe, y no una hoja o dos, sino los montones que piden en la escuela de París para admitirlo a uno sin pagar. Pero ahora saltémonos todos los otros detalles del film, y pasemos directo a la curva que busca el final. La desalmada tía de Lila ha salido enloquecida a la calle pidiendo auxilio. Chimo la ve pasar y corre a ver que fue lo que le pasó a Lila esta vez. Mouloud ve pasar como una exhalación a la tía enloquecida, ve luego a Chimo correr a casa de Lila, y dice para sí: “¡Te pillé, malparido! Lo de siempre, el que no parte un plato es porque ya rompió hace rato toda la vajilla. Este puto mínimo se está machucando lo que es mío por derecho natural”, y se va detrás de Chimo. Se hace ahí pegado a la puerta como cualquier vieja chismosa de telenovela criolla, y desde ahí escucha lo que le dice Lila a su amigo: que estaba acostada en su pieza hace un ratico, cuando en ésas se le apareció el diablo a molestarla y amenazarla, y joda y joda hasta que a ella no le quedó otra alternativa que chupárselo; un miembro enorme, tieso, candente, baboso, lleno de azufre; le contó eso a su tía, y ya, salió enloquecida a buscar un sacerdote. Mouloud, elemental, instantáneo, pobre de neuronas, se imagina lo que nunca ha pasado por la cabeza de Chimo: “Esa Lila es tremenda bataclana que no merece otra cosa que una buena tanda de clavo. ¡Y parecía una oveja mansa! ¿¡Cómo es que semejante puta de siete suelas no me para bolas a mí y sí a ese güevonazo que ni siquiera aprovecha!? Ya va a ver. Esto no se queda así. Etc.”

A la noche siguiente, Mouloud se amarra una rasca para cubrirse de valor, arma la gresca de rigor en el bar del barrio y arranca más arrecho que nunca para donde Lila. Un rato después llega al lugar de los hechos Chimo, presintiendo lo mismo que usted y yo, que el perro de Mouloud no aguantó más e irrumpió con la fuerza bruta dentro de la musa rubia. Allí la encuentra, en efecto, Chimo, con el rostro cubierto de lágrimas, la tía desalmada amarrada y amordazada en un rincón, el estropicio, los olores tradicionales llenando la estancia, y lo peor, lo inaudito, lo más triste del puto mundo: una mancha de sangre en la sábana blanca, es decir, la prueba reina de que Lila había creado para Chimo y nadie más que Chimo un personaje lúbrico capaz de enamorarlo. Esa Lila que decía que iba a hacer una película porno como homenaje de amor a Chimo, que decía que se soñaba tirando con un millar de machos arrechos, que decía que no podía creer que en su boca tan pequeña cupieran los enormes vergones que se comía, esa Lila que decía que había estado en los graneros rojos de Estados Unidos y había tirado delicioso sobre una cama de heno, esa Lila era sólo una fantasía que había creado la Lila virgen para seducir al escritor. Pobre Chimo, ahora le toca llorar doble, por la Lila Candente y por la Lila Blanca, ¡qué tristeza infinita! Un par de arabescos más, quizás innecesarios, y empieza el desfile de los créditos.

Claro, no podemos terminar sin hacer el chiste flojo con el nombre verdadero de la protagonista. La rica se llama Vahina Giocante, y más de uno, gente de mal gusto a fin de cuentas, lee Vagina Chocante, o Vagina Crocante, y empiezan a suspirar otra vez. Pero bueno, a parte de nuestro mal gusto, también tenemos que admitir que esta película es sumamente virtuosa en el hecho de narrar tanta vorágine sexual sin apenas mostrar nada para tentar a los censores de imágenes.

Por último vamos a abordar el tema del homenaje de amor. En algún momento, dijo Lila que ella sería capaz de hacerle un regalo de amor inconmensurable a Chimo: lo dejaría filmarla mientras ella fornicaba a placer con un tercero. Entonces la pregunta obligada es: ¿Cómo así? ¿En dónde está la prueba de amor, el regalo de amor? Chimo, con toda razón, dice que eso sería lo más doloroso que pudiera pasarle, ver a la mujer adorada compartiéndose con otro, y que no entiende el punto de vista de Lila. Puede ser que ella considerara que el dolor del observador potenciaba el amor de los dos, o que el amor de los dos se disparara a partir de la contemplación del gozo de ella con el tercero, o puede ser en fin que el regalo de amor consistiera solamente en llevar al observador a la comprensión de que nadie pertence a nadie, o puede ser que… Al final, todo parece indicar que con esta propuesta Lila solamente pretendía hacer que Chimo dejara la quietud y la timidez y se decidiera a actuar en consonancia con el amor que sentía por ella, sólo que por culpa del tercero entrometido de Mouloud todo se fue al carajo, y en consecuencia el señor director Ziad Doueiri tendría que rodar una segunda parte, “Lo que Lila decía II” en donde todo entre Lila y Chimo será bello y perpetuo por los siglos de los siglos, mientras el malandro de Mouloud es sometido a infinitas vejaciones en La Picota o La Modelo, o aunque sea la Cárcel Distrital.

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mayo 28, 2007

Zopilotes Exquisitos - Narrativa de uno de nuestros fundadores


ZOPILOTES EXQUISITOS
Alex Acevedo

Hallábanse cierta tarde macilenta dos zopilotes amigos encaramados en un árbol. Por allá en la lejanía, en unos riscos que se perdían en el horizonte, había ocurrido un deshielo, un deshielo de amor, y el río bajaba en consecuencia sumamente turbio, lleno de enseres y bellos cadáveres. Agarrados a una rama privilegiada que parecía un palco de primera, los zopilotes contemplaban la corriente que arrastraba tantos platos deliciosos, tanta carne en suculenta descomposición. Sin embargo, no se atrevían a pegar el salto para extraer del río algún bocado, sino que se conformaban con mirar y comparar las cualidades de cada cuerpo.

—¡Qué desperdicio tanta comida húmeda! —reflexionó uno por fin.

El otro se quedó mirando al que había hablado, y volvió sus ojos sobre ese desfile inclemente de redondeces que cargaba el río.

—Habría que ponerla a secar… —añadió con desgano el otro.

—Y el sabor no es igual; nunca es igual —sentenció el primero.

Pronto la oscuridad se abatió sobre los zopilotes y, dándose un apretón de manos de despedida, cada uno emprendió el vuelo a su respectiva casa. Una vez allí, mientras destapaban su respectiva lata de atún, se imaginaban de nuevo sobre el árbol, brincando repentinamente para sacar de la corriente un cuerpo hermoso que destilara sus gotas a medida que ganaban altura. Y comían su atún con desgano, y seguían imaginando un hartazgo de cadáveres húmedos, plenipotenciarios.

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mayo 15, 2007

El Instalador - Capítulo 1


Iniciamos la publicación, en entregas quincenales, de El Instalador, la primera novela de creación colectiva de los miembros fundadores de Las Filigranas de Perder. Esta obra tiene derechos reservados de autor. Permitimos su copia y distribución con fines de difundirla. Está prohibido utilizar esta obra en todo o en parte, de cualquier forma que represente lucro directa o indirectamente.

El Instalador está dividida en tres partes, más una introducción. A continuación, publicamos la portada, bitácora, textos introductorios, y el primer capítulo. Los detalles sobre cómo fue escrita esta novela, los revelamos en la ponencia "La Creación Colectiva en el Género Negro", que aparece en el índice en la sección "Creaciones Colectivas" y por las etiquetas "Creación Colectiva" y "Triada Luminaria".

Esta obra podrá consultarse en su conjunto a través de nuestro índice, por la etiqueta El Instalador, o también capítulo a capítulo, en la sección "El Instalador" del mismo. Deseamos que la disfruten. Esperamos sus comentarios.





EL INSTALADOR
Néstor Pedraza, Alex Acevedo, Carlos Ayala




©2002.


Novela ganadora de Mención Honorífica,
Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá, IDCT, 2002.


Obra literaria registrada ante la Dirección Nacional de Derecho de Autor por:
  • Néstor Pedraza
  • Alex Acevedo
  • Carlos Ayala

El Instalador es la primera de una trilogía de novelas, junto a Una Temporada de Sal y Manual de Levitación Magnética.



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Es un verdadero sabio quien tiene sus conceptos y realiza sus obras libre de deseo, quien destruye sus obras por el fuego del conocimiento. Quien no desea los frutos de sus acciones, quien está perpetuamente satisfecho sin depender de nada, no obra aunque se introduzca en la acción. No tiene deseos personales, no desea las cosas para su propiedad personal; domina completamente su corazón y su Yo; por ello no puede pecar al realizar las acciones solamente por medio de su cuerpo.

Bhagavad-Gita, capítulo IV



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BITÁCORA
INTRO
  • Final con crescendo vivace
PALEOZOICO
  • Siete hierbas y un gatito
  • Despertar en la inopia: residencias el palmar
  • Manifiesto del descarriado
MESOZOICO
  • Aletear de chimbilá frente a un hombre dormido
  • La sima del dédalo
  • El trabajo os hará libres
  • Para el gozo de la vejez, buenos recuerdos
  • Delivery Express
  • Muertos en almíbar
  • El árbol sin la flama
  • Ping-pong
  • Limones tajados bajo la cama
  • Un amigo es una luz
  • Alguien nos mira
  • En el seno de la vida regalada
  • Servicio 19H (25 decimal): aparcar las cabezas
  • El 20 de enero son las corralejas
  • Perdidos en un mar de…
  • Encuentros cercanos con Bishamon
  • Conócete a ti mismo
  • Final pianissimo con moto
ANTROPOZOICO
  • Caen las hojas en el otoño



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---INTRO---



Pensó en las líneas de Hakim Bey:


“Si te besara lo llamarían un acto de terrorismo. Entonces llevemos a la cama nuestras pistolas, despertemos a la ciudad a medianoche como bandidos ebrios celebrando con una balacera, el mensaje del sabor del caos.

Vístete. Da un nombre falso. Sé legendario. El mejor Terrorista Poético está en contra de la ley, pero nunca es atrapado. El arte como crimen; el crimen como arte”.


Y hundió el acelerador a fondo, con furia.




FINAL CON CRESCENDO VIVACE


El territorio de las artes plásticas de nuestro tiempo ha dejado de ser un universo “ordenado”. Es por el contrario una superficie mestiza, resultado de las inevitables hibridaciones que conlleva la superposición de distintos soportes y técnicas. Hoy día cualquier material, soporte o temática puede ser considerado arte: la libertad del artista no tiene límite previo.


—Máteme, por favor, máteme ya —suplicaba en susurros X-Ray Asylum.

Una figura robusta se acuclilló, e inclinándose un poco sobre X-Ray, lo observó con el pulso firme del carnicero que dispone un bovino en canal sin dudarlo.

—Por favor —insistía X-Ray, o lo que de él quedaba.

Los dientes quebrados, los labios inflamados, la san¬gre y la arena en su boca, no le permitían hablar con claridad. Sus ojos, también llenos de arena, confun-dían figuras y contornos.

—Hay un tiempo para sembrar, y uno para cosechar. Tiempo para nacer, y tiempo para morir—, le dijo una voz de profeta bíblico.

Ante semejante sentencia, toda súplica resultaba inútil. Pero el instinto es más fuerte, y X-Ray no podía dejar de repetir:

—Por favor, no más.

Consciente de que sus ruegos eran vanos, que no importaba cuántas veces repitiera las mismas palabras, no por eso dejaba de insistir. No le quedaba nada más.

—Por favor.

Solo, sintiéndose más abandonado que nunca, quería llorar como crío abandonado de madrugada en medio de la hierba, y sus lágrimas morían atoradas en la garganta. Era la soledad, el dolor en las manos y en el cuello, y en los tobillos. En las costillas y en las güevas, jueputa, en cada centímetro de su carne. No sabía qué le dolía más, los golpes, la asfixia, la impotencia, o la puta soledad, la soledad de toda una vida, la soledad de mil pajazos frente a una pantalla, la certeza de que Paula nunca fue un tal vez, un siquiera, que ya no podría salir de su soledad jamás. Todo por sus habilidades geniales, por salirse de los parámetros, por no querer ser parte de la maquinaria, por pensar, por el perico. “Porque nací con el BIOS mal configurado y el disco duro andando a mil, defectos de fábrica”.

—Máteme, por favor.

Con la respiración un poco pesada por el esfuerzo, por el ejercicio de una tunda sin igual, de una paliza hecha con toda la ira del cosmos reunida en un punto de gravitación infinita. Mejor dicho, con la mierda rebotada hasta el tuétano, con las ganas incontenibles de matar y comer del muerto, con una onda de calor expansiva en todo su cuerpo y una sensación como una voz gritándole que nada es suficiente, que hay que machacar a ese perro contra la pared hasta el fin de los tiempos. Con las piernas temblando de rabia y las manos sudorosas, decidió sentarse por un minuto, no había caso en perder la salud por una basura como ésa.

Ahora se concedía un momento para pensar cómo pudo haber traicionado sus principios, y cómo pudo haber caído en la bajeza del asesino común. Del vulgar que no conoce el menor rudimento de la estética. Que igual puede degollar un cordero que aplastar una mosca. Que no comprende la diferencia entre una obra de arte y una chapuza llena de ira. Eso ni en sus comienzos, cuando equivocadamente quiso darse baños de sangre en una especie de remembranza de los rituales aztecas, alocada y quizás algo burda, pero no sin elaboración.

—Por favor —, se escuchaba el rasguño de una garganta agonizante, flemática y repulsiva, una tos seca y arrastrada.

Todo ha pasado tan rápido, que sólo en este momento de extraño receso, X-Ray comienza a digerir lo que ha sufrido. Amarrado, el cuello inutilizado por una soga que, al tiempo, sujeta sus manos, encalambradas y dormidas, y además hace hormiguear sus piernas amoratando sus pies, en una posición en la que cualquier movimiento sólo le provocaría más dolor, no puede siquiera alimentar la esperanza del suicidio. Hace rato perdió la noción del tiempo, parecen mil años de suplicio, mil millones de años de dolor en soledad, una eternidad para maldecir el día en que nació. Maldecir la suerte de no poder oprimir un botón y reiniciarse, comenzar de nuevo.

La sombra borrosa de manos enormes y callosas, en cambio, en su cálculo exacto, sabe que se ha propasado, que está corriendo un riesgo innecesario. Más de dos horas degollando a un marrano, es grosero vilipendio del tiempo.

La mente de X-Ray, en acto de terrible mezquindad, le recrea las torturas recién recibidas. Arrastrado a la fuerza a un apartamento que parecía una porqueriza, golpeado y esposado, sin atinar a razonar lo que ocurría, fue llevado de los pies hasta un baño más asqueroso que la peor letrina de las prisiones turcas. Arrojado en el suelo frío y percudido de mancha sobre mancha, tembloroso e inocente de la suerte que le esperaba, sometido a una lluvia de patadas en el pecho, el abdomen y la cabeza, tuvo un descanso mientras se le preparaba su siguiente tratamiento. Con un zumbido continuo en los oídos, apenas sintió que su verdugo hacía varios viajes transportando algo con lo que iba llenando la bañera. De repente, muerto de susto, fue levantado de la camiseta y la pantaloneta, y lo siguiente fue la pérdida de aire, merced a varios puños en el pecho y el estómago, antes de que una mano como de hierro le hundiera la cabeza entre la arena, enterrándosela mientras una corriente de fuego le entraba por la nariz y la garganta, destrozándole las mucosas y devolviéndole espesos coágulos de sangre, al tiempo que sus costillas sufrían el castigo de puños brutales, incesantes.

—¿Quién más está con usted, pedazo de hijueputa? Hable, no se haga dañar más. Diga a quién le contó, diga...

Por poco y le arranca los cabellos al sacarle la cabeza de entre la arena. “Deme un nombre y le doy el descanso. Un puto nombre”. Nombre de quién, de qué, qué putas le estaba preguntando. Y otra vez la cabeza a la arena, con una furia de hipopótamo defendiendo a su cría. Y su cabello, otra vez, desprendiéndose de su cabeza. “Déme un nombre, carajo, no sea pendejo”. Lo sentó en el suelo, frente al bidet, y lo dejó allí, como dándole tiempo para pensar. Se aseguró de que el bidet funcionara correctamente, y de que hubiera agua caliente. “¿No quiere colaborar?” X-Ray, todo sudor, sangre, lágrimas y dolor, respiraba por la boca con dificultad, respiraba y escupía un lodazal de arena, babas y sangre, no más, no más, y cada inhalación le provocaba una punzada salvaje en el pecho. Le bajó la pantaloneta y los pantaloncillos, hediondos a orina, y X-Ray mierda, este hijueputa me lo va a meter por el culo, no, no, por favor, maldita sea, por qué a mi, no más, por qué a mi, y en cuatro contra la cerámica del piso, no, no, qué putas hice para merecer esto. “¿Nada que habla? ¿Se las da de muy varón? No se preocupe, que esto se compone.” Le quitó las esposas y con una soga lo amarró de forma que quedó en posición fetal, y ay, qué es esto, la manguera del bidet atravesando el ano a fondo, con agua caliente a presión, dolor, dolor y más dolor ¿por qué a mi? “Le repito, ¿quién lo mandó?” Le continuó preguntando, al mismo tiempo que le hundió con profunda rabia una patada en la base del tabique nasal, produciéndole una copiosa emanación de sangre. De nuevo escuchó la voz, esta vez como un cuchicheo, “¿qué hacemos con usted, ah?” Y otro golpe, esta vez un veloz rodillazo, que le deshizo las encías y le expulsó los dientes en forma violenta.

Todo esto y algo más alcanzó a revivir X-Ray, antes que acabara el receso. Con los ojos enlagunados, entre la arena de las pestañas, logra ver que el tipo se voltea nuevamente hacia él. Los nubarrones de sus ojos le confunden los recuerdos con las imágenes, y ve a su verdugo quitándose el saco y la cartuchera donde guarda un pistolón Browning 45, doblándose luego las mangas de la camisa para comenzar a aplicarle su tratamiento. “Saque el fierro y métame un tiro”, un ruego desesperado, el tiro de gracia. ¡Qué va!, parece que al tipo se le olvidó el arma, lo voltea bocabajo y le pone la bota contra la nuca, y X-Ray se ahoga de nuevo, su cuerpo se sacude en una tos que duele por todas partes, más arena en lodazal, no más, no más. “Por última vez…”

Ya no escucha lo que le dice.

La presión de la bota sobre las cervicales, y el consecuente ahogo por el aplastamiento de la manzana de Adán.

Unas manotas agarrándolo del pelo.

Tirón seco hacia atrás.

Crac.

Separación del cerebelo y el tronco cerebral.

Error de CRC.

Paula.

Divisamos, entonces, desde nuestra altura de rascacielos (entiéndase el rascacielos como puro deseo, lo que pudo ser y por la redomada dureza de las circunstancias no llegó a ser), a Paula y X-Ray Asylum, caminando por una callejuela de Beijing una tarde de otoño, luego de meses de clandestinidad y sótanos oscuros. Hoy por fin volvían a salir a la luz del día. No van tomados de las manos, pero hasta aquí nos llega un viento premonitorio, el presentimiento de que muy pronto se abandonarán a la fantasía de confiar una mano en otra. La callejuela ha sido bañada en llovizna menuda, y está tapizada de flores de ciruelo y hojas rojas, hojas secas. Un parsimonioso anciano de sombrero y barba blanca empuja su carrito con huesos de melocotón; vocea su mercancía entre marejadas de ciclistas, mientras deja que sus pensamientos se extravíen en sedas y dinastías ancestrales, cuando los emperadores Wu-ti y Shih-Huang.

En este momento, vemos que Paula se detiene y gira su cabeza siguiendo la trayectoria de una mariposa. X-Ray Asylum, por su parte, se mira los dedos de sus manos, las uñas, cortas, mascadas, y piensa que nunca en su vida ha estado más lejos de casa. Al doblar la esquina hacen una nueva parada para leer un cartel que se halla pegado en un muro. Se trata del anuncio de la llegada a la ciudad de un gran mago clásico, de aquellos que crecieron en el bosque de bambú y tuvieron como único guía y único alimento el Libro de los Cambios.

No sabemos si decidan asistir a la función del mago esta noche o mañana o el sábado. No sabemos si algún día no muy lejano emprendan por fin una vigorosa travesía a las nieves del Norte, o cumplan el sueño de mojar sus pies en las aguas del río Amarillo y besarse bajo la sombra de un almendro. Por lo pronto, los vemos alejarse en el alboroto de la callejuela, rumor de patos salvajes, difuminarse entre el gentío, reducirse a puntos minúsculos, granos de arena sobre un loto venenoso que solemos llamar rutina.

Suena entonces el coro del famoso “China” de Tori Amos, y quemando varas de incienso, nos ocultamos otra vez tras el cortinaje de donde nunca debimos salir:

I can feel the distance getting close
you're right next to me, but I need an airplane
I can feel the distance as you breathe
...the great WALL around you...

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mayo 13, 2007

Entrevista con las Filigranas de Perder en Directo Bogotá




La revista de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, "Directo Bogotá", publica en su número 16 una entrevista con los miembros fundadores de Las Filigranas de Perder, realizada por la estudiante de comunicación Lina Medina.

La revista es de libre distribución y desde marzo se consigue en papel.

Para quienes no tengan acceso a ella, pueden leerla en formato PDF en la sección Archivo de la página http://www.javeriana.edu.co/directo_bogota/

Agradecemos a la Javeriana y a Lina por colaborar de esta manera con la difusión de nuestro Movimiento.

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marzo 14, 2007

La Creación Colectiva en el Género Negro - Ponencia escrita a seis manos


LA CREACIÓN COLECTIVA EN EL GÉNERO NEGRO
Alex Acevedo, Néstor Pedraza, Carlos Ayala


(Este texto corresponde a la ponencia presentada por La Triada durante el II Simposio Internacional de Literatura organizado por la Universidad Central en 2006, y publicada en la edición de abril de 2007 de la revista Hojas Universitarias)

Ningún otro género se presta tanto para la creación colectiva como la novela negra. Primero, porque la colaboración interdisciplinaria coadyuva en la construcción de la estructura narrativa y en los detalles técnicos de la narración en sí. El hecho de poder contar con una contraparte que juzgue el desarrollo temático desde otra perspectiva, es fundamental para lograr la credibilidad de lo que se está contando, aún si la historia no se cimenta en el realismo absoluto. Segundo, porque la mano de un tercero enriquece no sólo los detalles técnicos, sino la perspectiva que tendrá el lector para acceder a la obra; es decir, mientras que en la obra de un único autor el lector aparentemente sólo lidia con la mente del escritor solitario, en el caso de la creación colectiva hay tras bambalinas uno u otros que lo están presionando en diferentes direcciones. Por supuesto, para hablar de creación colectiva en literatura, hemos escrito entre tres esta ponencia, no podría haber sido de otro modo.

El ejemplo clásico de colaboración en la escritura de la novela negra latinoamericana, lo dan Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares con su detective Isidro Parodi, en las obras Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), Dos fantasías memorables y Un modelo para la muerte (ambos publicados en 1946), Crónicas de H. Bustos Domecq (1967) y Nuevos cuentos de H. Bustos Domecq (1977), firmadas por los dos autores con diversos seudónimos. Ambos escribieron, igualmente, los guiones de dos películas: Los orilleros y El paraíso de los creyentes.

Fieles a esta tradición, los tres ponentes de esta charla, Alex Acevedo, Carlos Ayala y Néstor Pedraza, nos enfrentamos en 2002 a la creación de la novela que nos valdría la Mención de Honor en el Concurso Nacional de Novela, y cuyo segundo capítulo (titulado Siete Hierbas y un Gatito) sería seleccionado para su publicación dentro de una antología de nuevos escritores preparada en 2006 por Arango Editores: El Instalador. Una novela negra, en la que un asesino serial en Bogotá hace de cada uno de sus crímenes una obra de arte, y los describe con detalle en sus diarios personales, que por cuenta del hacker informático Víctor Sinisterra, caen en manos del periodista Roberto Ledesma, quien a su vez los publica a nombre propio con gran éxito. A continuación nos vamos a concentrar en la descripción de esta faena creadora, centrándonos específicamente en la metodología utilizada para darle forma a la obra a seis manos.

Rememorando un ensayo de Cortázar, que dice “se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, un golpe de viento en el tejado, el estudio número 3 de Scriabin, un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek, el cuento del gato con botas”, partimos de una búsqueda infructuosa de la definición de un vampiro. Estábamos pensando en crear un vampiro creíble en el frío bogotano, es decir, estábamos rompiéndonos la cabeza contra la imposibilidad. Llegamos a la conclusión de que el vampiro como ser sobrenatural sólo podía ser engendrado a partir de las semillas más humanas. Así, desarrollamos a un hombre del común, que evade su condición humilde en ínfulas de superioridad intelectual y accionaria, llevando a cabo atroces crímenes que, a sus ojos, son creaciones del más elevado arte. Fue de este modo como en una inocente charla de amigos, surgieron los personajes que acompañarían a este asesino peculiar, cuya historia desarrollaríamos luego con la presión del cercano e inminente cierre de la convocatoria al concurso nacional ya mencionado.

EL DÍA EN QUE EL BOMBILLO SE PRENDIÓ

Néstor dice que se le ocurrió escribir el diario privado de un asesino serial en Bogotá, nacido como subproducto de un viejo trabajo suyo de literatura vampiresca que nunca vio la luz. La búsqueda de un vampiro que contara su propia historia, sin caer en la demagogia seudo humanística propia de Ann Rice, degeneró en la búsqueda de todo lo supuestamente vampiresco que es, en realidad, humano hasta el tuétano. Su teoría se fundamentaba en que para saber qué es un vampiro, había que desarrollar primero los elementos de una personalidad humana, sin olvidar los principios básicos de la tradición. La idea básica era describir desde el punto de vista del artista cada uno de sus crímenes, y cómo hacía de cada uno de ellos una obra de arte, una instalación florida de interpretaciones. Se le ocurrió además, que este asesino no tenía deseos de ser atrapado ni buscaba reconocimiento público, así que alguien debía encontrar su diario y apropiárselo para publicarlo, sólo así podríamos leerlo los demás. Ese alguien sería un periodista torcido y mediocre de un pasquín amarillista; hasta ahí, la historia no era más que un anecdotario de las visiones ambiciosas de un trío de borrachos, cazando zancudos.

Estábamos en la casa de Néstor. Acabábamos de ver varios capítulos de Cool Devices, una serie de anime hentai que contenía entre otras, la historia de un policía chueco que drogaba a su hijastra para tener sexo con ella. Habíamos visto en repetidas ocasiones en el cine, esta imagen de la degradación de la ley, o del acomodo de la ley a los intereses privados de un representante de la institución, verbigracia Flecha Rota, El Vengador Anónimo, El Negociador, Los Ángeles al Desnudo (basada en L.A. Confidencial, un texto de Raymond Chandler) o incluso La Gente de la Universal. También habíamos visto las películas clásicas de los asesinos seriales, como El Silencio de los Inocentes, Seven, y Tumbas a Ras de Tierra. Teníamos pues, algunos tarros oxidados en la trastienda de la conciencia, pero quedaba el problema de resolver el fetichismo de esta conciencia en las lagunas fétidas de nuestra idiosincrasia latinoamericana.

Carlos dijo que a la historia de El Instalador le faltaba un hacker drogadicto (degeneraciones manifiestas, tonterías propias del desocupe), que sirviera de conexión entre el asesino serial y el periodista mediocre. Y se lanzaron Alex y él a darle forma al hacker y al periodista, y a desarrollar la historia. Néstor, presionado por la dedicación de sus amigos para con ella, aportó algunas ideas y cayó dormido por la borrachera (acumulada durante días) mientras los otros dos, ebrios también, continuaron en el éxtasis creativo.

Cuenta Carlos que dos días después lo llamó Néstor. “Que a Alex se le ocurrió que por qué no escribimos la historia del asesino serial”. Restaban ocho días, y sólo a seis manos había posibilidad de terminarla a tiempo.

CÓMO SE ESCRIBE A SEIS MANOS

Alex tuvo la idea de cómo hacerlo: “Cada capítulo estará basado en uno de los tres personajes, cada uno escribirá los capítulos de su personaje; Néstor escribe al asesino serial, Carlos al hacker y Alex al periodista”. La idea era que cada capítulo se defendiera solo como un cuento, para que armar las partes como novela no fuera muy traumático después. Luego, a Alex se le ocurrió la estructura que nos complicaría la vida pero le daría un toque especial a la novela: “El hacker cuenta la historia al revés, del final al principio; el periodista al derecho, del principio al fin; y los capítulos de Néstor son atemporales”. Pero la armada no fue tan sencilla, y al final tuvimos todos que meterle mano a todos los capítulos, y escribir algunos en conjunto.

Néstor: Nunca había escrito de forma tan febril, día y noche casi sin parar. Lanzaba ideas, ponía música, vivía en un ataque de ansiedad perenne. Bebía en cantidades industriales. Estaba en otra dimensión, el mundo no existía, nada importaba excepto meterme en la piel del asesino serial. Me parecía que comenzaba a perder del todo la cordura. Quería sentir lo mismo que el personaje cada vez que hacía una de sus obras de arte. Asesiné a unas diez personas, pero no logré llegar a lo que ningún escritor ha llegado, la semilla primigenia. Mientras más intentaba acercarme al primer instante, al salto que debe hacerse para pasar del soñar matar a la acción física, más me convencía de que habría que hacerlo para poder escribirlo. Hubo miedo, pero también una delicia morbosa en ese proceso. Y esa delicia se acompañaba del sueño cumplido de escribir en grupo con dos amigos, creación colectiva, algo que deseaba hacía tiempo.

Carlos: En el trabajo no rendía. En la casa las cosas no estaban fáciles. Mi entonces mujer exigía, y yo sin poder hacer nada. Una libreta bajo el brazo, trasnochado, enguayabado, agotado, y ella no entendía. Víctor, el hacker, me consumía. Hacía de las suyas conmigo y yo no podía desarrollar el personaje. Ya lo conocía, sabía cómo se movía. Sin embargo, no podía describirlo. Al final del tercer día de intentarlo, atendiendo un consejo de Alex, me sinceré. Acepté que ese personaje tenía relación con parte de mi vida, y de ahí en adelante, fue lubricar el asunto con alcohol. Las letras iban y venían, la velocidad era tiempo y en la cabeza dibujaba líneas de infinita blancura, prístina, para la salvación de las líneas.

Alex: No se en qué momento me convertí en Roberto Ledesma, el periodista mediocre. Seguramente me le parecía por la forma descontrolada en que escribía, casi sin tiempo para corregir. Yo, que me la paso corrigiendo cada párrafo una y otra vez. En todo caso, nunca había escrito tanto en tan poco tiempo. Nunca tampoco había podido conectar mi mente con la de otras personas como hasta entonces. Pero el resultado no me gustó, y no daba tres centavos por todo ese montón de páginas. Quizás un año después, al releer, sentí emoción, y me quedó la impresión de que la unidad orgánica de una obra literaria sólo se puede lograr escribiendo en muy corto tiempo, sin detenerse nunca a pensar si lo que uno está escribiendo está bien o está mal; simplemente se obedece al instinto del momento.

La metodología fue similar al desarrollo de un proyecto en informática: Primero, el diseño. Nos sentamos los tres y definimos el nombre de cada capítulo, la estructura, un resumen de lo que contaríamos en cada uno de los capítulos, y nos repartimos el trabajo. Luego, cada uno por su lado, pero sin dejar de conversar entre nosotros vía telefónica y con algunos encuentros, escribió su parte, los capítulos que le correspondían. Por último, nos reunimos los tres para armar la novela, hacer los empalmes entre los capítulos, y escribir lo que hacía falta entre todos al tiempo, turnándonos el teclado del computador, lanzando ideas a veces de forma atropellada. Los últimos dos días, pusimos a algunas amigas a que leyeran lo que teníamos y a que nos dieran sus impresiones, mientras hacíamos correcciones y perfeccionábamos la unidad de la obra. El final fue una carrera contra reloj: imprimir la novela, sacarle copias, encuadernarla, y enviarla por correo antes de las cuatro de la tarde. Luego vino lo bueno: a celebrar que al menos pudimos entregarla, todo entre aguardiente y risas.

La historia nos atrapó a tal punto, que inicialmente pensamos en escribir una secuela, pero lo que hicimos, después de dos meses de dejar la obra decantando, fue retomarla para corregirla y ampliarla. Le dedicamos un mes más de trabajo, en el que escribimos algunos capítulos adicionales y le agregamos más detalle a los ya escritos. Logramos cumplir tres objetivos principales:

  1. El investigador es el lector. Ninguno de los personajes está tratando de develar quién es el asesino. Es el lector el que, por la circunstancias mismas de la historia, descubre al asesino en el último tercio del texto. Sólo en el capítulo final, uno de los protagonistas conoce la identidad del criminal, no porque le haya hecho seguimiento, no porque haya investigado al respecto, más bien, por casualidad surgida de la necesidad de su propia supervivencia.

  2. Los personajes pierden. Ninguno de los protagonistas logra cumplir su objetivo en la historia. En esto queríamos romper radicalmente con ese trasfondo de cine y televisión en el que habíamos crecido, para adaptarlo a las noticias fragmentadas e insolutas de este país. La verdad nunca sale a flote. Aún más, en la medida en que los personajes fueron pareciéndose a cada uno de nosotros, la derrota no podía considerarse como una impostura, sino como una necesidad.

  3. Quedan cabos sueltos. La historia no es cerrada, el lector está en libertad de extrapolarla, e inventar su propio final. Igual que en los noticiarios colombianos, la información no conduce a nada concreto, excepto la promesa de una investigación exhaustiva…

Consideramos que una de las bondades del texto, es que los personajes no son ni héroes ni anti-héroes, sino personas comunes que bien podrían ser vecinos de cualquier lector. El hacker no es un salvador elegido al estilo de Neo en The Matrix, sino un tipo corriente con una gran necesidad de afecto. El periodista no es un gran escritor sino un oportunista que consigue su cuarto de hora de fama a costa de apropiarse de las confesiones íntimas de un criminal. Y el asesino múltiple no es una acaudalada inteligencia superior que en últimas se sale con la suya, sino un funcionario atrapado entre su mundo de horrura y el mundo ilusorio que ha creado basado en una estética definida por él mismo, quien concluye que sólo podrá tener algo de solaz para su vida en un exilio autoinflingido.

El principal logro de este trabajo no fue la Mención de Honor recibida, sino el fortalecimiento de nuestros lazos de amistad y de la fe en nuestro trabajo colectivo, que ha fructificado en dos novelas más y en un taller literario que emprendimos para compartir nuestras experiencias con las de otras almas necesitadas de un mayor acercamiento con otros creadores de ficción literaria.
Nuestra segunda novela también tiene fuertes lazos con el género negro, y nació como producto de la primera: Una historia de un detective bogotano, que es un personaje secundario de El Instalador, mezclada con un personaje vampiresco que aparenta poseer poderes sobrenaturales. En este caso sí hay una investigación policíaca, pero no al estilo clásico, sino bañada en la corrupción y la mediocridad propia de nuestro medio. El detective de Una Temporada de Sal no trata de hallar al responsable de los crímenes que se le presentan en su labor como defensor de la ley, sino que se tropieza con un par de malandros en su esfuerzo por librarse de una investigación que la Procuraduría sigue en contra suya.

EMBARCADOS EN UNA SEGUNDA NOVELA

Domingo de agosto. Carlos, que no encuentra a Néstor en la casa ni en ningún lado, recibe la llamada de una amiga muy querida. “Felicitaciones, se ganaron una mención de honor por la novela”. Y responde “¿cómo, que qué?”, y a correr por el periódico. Después, a llamar a Alex, “vea mijo, que le dimos al marrano”. Y Alex “qué va, no hable mierda”. En efecto, Alex había ganado mención de honor en solitario por su libro de cuentos, y los tres en conjunto habíamos logrado lo mismo con nuestra novela El Instalador. Eso fue un lujo histórico. No nos dieron el premio de novela, ni a Alex el premio de cuento, porque al ser uno de nosotros el ganador de cuento, rompíamos las reglas. Pero consideraron nuestras obras tan buenas, que a Alex y a nuestra Tríada nos dieron la mención de honor. Y no se quedó sólo ahí, a partir del 2003 se prohibió la creación colectiva. Los organizadores del Premio Nacional de Literatura agregaron una nueva regla: las obras presentadas deben ser de un autor único, nada de grupos. Decepcionante por un lado, y a la vez todo un logro, tuvimos tal trascendencia que tuvieron que ponernos coto.

En nuestra visión inicial, Una Temporada de Sal sería una superproducción desarrollada en diversos países del mundo. Hablaríamos de los cosacos, los toltecas, los egipcios, los otomanos. Pero nuestra bitácora inicial sufrió múltiples cambios. Terminamos desarrollando un mazacote negro con cara de novela de vampiros entre Bogotá y Mariquita, involucrando a Coca Cola, Claudia Castellanos y las FARC, relacionados de alguna forma con una serie de homicidios caníbales. En ese momento revivió la imagen de Cool Devices: bigote mazamorrero, facha destartalada, y mal aliento, encarnada en Apolonio Bermúdez. Y nació allí otro personaje maravilloso, un pastuso salido de Corabasos, latonero y luego investigador privado, que termina ganándose la vida machacando la triste existencia de un señorito metalero, cuyo único pecado fue andar de novio con la niña equivocada.

Néstor: A Alex le dio la vaina de que escribiéramos en trío la historia de vampiros con que yo soñaba hacía años, y que había originado el personaje del asesino serial de El Instalador. Pero él quería una historia épica, apoteósica, y yo investigué juicioso sobre los precursores de los mayas, y escribí páginas llenas de poesía sobre un vampiro que habría acosado a los toltecas, y habría ocasionado no sólo múltiples características de su cultura, sino su decadencia y desaparición total. Luego, Carlos y Alex inventaron al pastuso quiebra huesos, y ese personaje sumado a nuestro Bermúdez, me dieron la pauta para escribir con la misma ansia febril con que había acometido al asesino serial de nuestra primera novela. Sin embargo, el punto de elevación máxima para mí en esta segunda novela, fue Adriana, una muchacha inteligente y sensible de buena familia que, a través del black metal, expresa su rechazo a la sociedad actual y al mundo establecido. Siempre me ha gustado meterme en la piel femenina, y aún hoy siento que Adriana ha sido mi mayor logro en el desarrollo de un personaje mujer. Me convertí en ella, sus dolores, sus inquietudes, sus contradicciones. A pesar de esto, la historia no lograba cuajar, y una de las dificultades era que yo me había ido a vivir a Cali y me conectaba con Alex y Carlos por correo electrónico; se perdió la magia de estar los tres juntos escribiendo. A pesar de todo pienso que con el tiempo se logró una unidad suficiente para justificar lo que a mi parecer, es el centro de la novela: el encuentro entre Bermúdez y el pastuso, un capítulo escrito por Alex que es de una brillantez inusitada.

Carlos: Alex está tostado de pies a cabeza. Y siguiéndole la idea, me volví cosaco, hasta frío ruso sentí, nadé por varios ríos de Petrogrado, conocí la leyenda de la armadura de Iván, y en esas, conocí a Carmenza, uno de los personajes centrales de la novela, una camandulera que pierde a su hija cuando iba para un retiro espiritual. Carmenza asegura que la niña fue raptada por un demonio que la acosaba de años atrás. Me hice cristiano y anduve dos semanas con una Biblia debajo del brazo, predicando, perdiendo la razón en manos de Dios. Luego, vi enhiesto su tieso palo que me penetraba, y yo con rezos lo vencía y gritaba al mundo la gloria del Vaticano. En una balacera recuperé la razón: se trataba de una escena de un robo a un banco que, por desventura, fue obviada del texto final pues consideramos que no aportaba nada a la historia.

Alex: La historia estaba podrida desde el principio. Pero la ingenuidad y las ganas pueden más que el muro de la realidad. Entonces intentamos una vez, lo intentamos otra vez, lo intentamos otra vez, y claudicamos en, no sé, doscientas páginas. Era una historia que no se podía contar. Y aún así, servía de pretexto para seguir escribiendo. En todo caso, me gusta mucho la funeraria Sun Dreams, un local en la avenida Primero de Mayo con Boyacá, en donde se mezcla un bar algo gótico con el culto a la depresión, justo al lado de un asadero de pollos.

Una Temporada de Sal quedó como una serie de capítulos casi inconexos a los que ninguno de los tres quería darle la cara. Sin embargo, luego de varios esfuerzos, fue posible, con mucha tijera de por medio, darle forma y constituirla como novela.

Luego nos salimos del género negro. Nuestra tercera novela es una historia de ciencia ficción de corte cyberpunk, desarrollada en una Bogotá de un futuro distópico en el que China domina el mundo, pero sin conseguir, a pesar de sus métodos radicales, eliminar la chapuza propia de nuestros chuecos funcionarios que rebasan la tecnología y la visión de cualquiera.

Hoy en día, los tres estamos convencidos de que nuestra tercera novela, que llamamos Manual de Levitación Magnética, es nuestro mejor logro. Está constituida por cuatro relatos, el tercero de los cuales, "El Otoño del Superconductor", fue ganador de diploma de finalista en el concurso de los 25 años del Taller de Escritores de la Universidad Central. Sin embargo, nuestra primera novela colectiva, El Instalador, sigue siendo la que más cautiva nuestros afectos. Además de ser la que tiene la estructura narrativa más compleja. Haber logrado que tal complejidad funcionara, y haber escrito una primera versión, ganadora de premio, en sólo una semana, es un orgullo para nosotros.

No podemos finalizar esta charla sin aclarar que nunca nos propusimos escribir una novela negra como parte de la moda que ha disparado la producción del género negro en Latinoamérica en nuestros días. Quizás fue una coincidencia, o quizás fue sencillamente la válvula de escape a todos los contenidos que habíamos recibido mientras terminábamos de crecer. En todo caso, lo primordial de El Instalador no son los crímenes, ni mucho menos la investigación tendiente a descubrir al culpable. Más bien, se trata de un ejercicio por medio del cual queremos subrayar ciertos pasajes de la realidad que nos toca. En el caso del asesino serial, lo que queremos iluminar no es tanto la orgía de sangre, sino más bien, la presión que ejerce la sociedad sobre un pobre tipo que quiere hacer arte y no encuentra otro medio de expresión que los muertos de su propia mano, al estilo de los adolescentes que se rompen a cuchillo y palo en los estadios con la excusa de defender la casaca de su equipo de fútbol, o menos metafóricamente, la casaca de su alma. En el caso del hacker, interesa más la soledad que sus habilidades tecnológicas; esa soledad que sólo posibilitan justamente los desarrollos tecnológicos, la soledad de un hombre que necesita afanosamente conectarse con el género humano, pero no encuentra en este mundo otro medio de comunicación que los cables y los paquetes electrónicos que viajan de computador en computador. Y finalmente, el periodista parece solamente una víctima de las editoriales, de esos montajes comerciales que con cocteles y adaptaciones cinematográficas pretenden reducir a los creadores honestos a sólo piltrafa. Lo podemos ver como un oportunista más que logra descifrar el entuerto del éxito comercial y hacerse a gruesas sumas de dinero con lo que otro ha escrito, fruto de su propio desangre. Pero no es en últimas más que otra víctima de las cadenas de distribución, de su propia alienación, y de las fantasías que él nunca podrá realizar, ¿acaso nosotros?

En todas estas intenciones ocultas, encontramos el verdadero valor de una novela negra. No vale la pena escribir si no es para denunciar, no valen la pena los muertos si no es para sacudir las conciencias, no vale la pena el misterio si no es para develar los mecanismos oscuros que emplea el aparato productivo para apabullar a los ciudadanos corrientes y sumirlos en la esclavitud del consumo. Esas novelas negras que sólo apelan al folclor o al amarillismo por el amarillismo, carecen en nuestro concepto de todo significado. La novela negra, como la de cualquier otro género, no tiene valor si no sirve como medio para arrojar al lector al fango de su cotidianidad.

Así vista, la novela negra que escribimos no pretende ser un refrito criollo de lo que ya ha sido explotado hasta su extinción en otras latitudes. La hemos utilizado más bien como excusa para exponer la miseria en que estamos envueltos. No pretendemos que se constituya en un tratado sicológico o sociológico, sólo hemos querido desahogar nuestro resentimiento y una oculta gana de subversión. Quizás sea esta explicación suficiente para la negativa de las editoriales a publicarnos, evento que no impide que continuemos escribiendo con la misma motivación.

Nunca pensamos que El Instalador podría ser un éxito relativo gracias a la acogida que han tenido en las nuevas generaciones series como Los Nuevos Investigadores del Discovery Channel, o como CSI del canal AXN. Nunca nos propusimos escribir para el amplio público joven que desde hace varios años se ha lanzado en masa a las florecientes academias de criminalística del país. Más que escritores del género negro, nos consideramos amantes de las letras, que hemos logrado unir nuestras tres mentes en un mismo propósito por concebir obras literarias que muestren al mundo que la escritura no necesariamente debe ser un trabajo solitario.

Aquí es a donde queríamos llegar. Un escritor de novela negra que ve frustradas sus ansias de publicidad, se encerrará en el cuarto de San Alejo a rumiar sus lágrimas. Nosotros tenemos la ventaja incomparable de ser tres, y tres juntos no caben en el cuarto de San Alejo, sino que tienen que salir necesariamente a alborotar. Es así como iniciamos el proyecto Las Filigranas de Perder, inspirados en los esfuerzos que contra el control de la cultura y del acceso a la información que promueven los grandes oligopolios editoriales, cinematográficos, disqueros y públicos, han impulsado movimientos como Cultura Libre, Música Libre y Software Libre. Igual, nosotros nos hemos lanzado a la quijotada de una promoción libre de la escritura. Queremos rescatar la voz de los escritores rechazados, la voz de los escritores mudos, queremos recuperar la inexistente vocación de escribir no por la gana de la publicación y los premios, sino por el simple arte de escribir bien. En el borboteo calcinante de nuestra derrota, nos atrevemos a descreer de las intenciones económicas que conlleva el acto de escribir. Sentenciamos: no escribimos por la plata, ni por los lectores, ni por una fama rimbombante, sino por el pírrico y desgarrante orgasmo de contar con los amigos.

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julio 13, 2006

Taller de Ensayo y Cuento "En la Inmunda" : Así fue nuestra programación


El taller "En la Inmunda" ha terminado. Como recuerdo de las actividades que llevamos a cabo, dejamos el registro actualizado de lo que fue la programación del taller.


TALLER DE ENSAYO Y CUENTO "EN LA INMUNDA"
PROGRAMACIÓN 2006

Sábado 13 de mayo: Literatura Vampírica.
"Precedentes Literarios y Orígenes Históricos de Drácula", un viaje por la historia de Rumania, la vida de Bram Stocker, y los textos clásicos más importantes de la literatura relacionada con los vampiros, por Néstor Pedraza.
Lectura de "Nosferatu", de Griselda Gambaro.
Lugar: Biblioteca Virgilio Barco, Av. Carrera 48 #61–50.

Sábado 20 de mayo: Movimiento Cyberpunk.
"Las Posibilidades Extáticas del Futuro Estático", un recorrido por los orígenes y los postulados del movimiento literario contracultural de la década de 1980, por Carlos Ayala.
Lectura y análisis de “El Mercado de Invierno”, de William Gibson.
Lectura de los cuentos de los talleristas que respondieron al reto "Villa Diodati".
Lugar: Biblioteca Virgilio Barco, Av. Carrera 48 #61–50.

Sábado 27 de mayo: Porno y representaciones grotescas.
"La Ruina de la Literatura Erótica vs. El Cine Porno", un breve recorrido histórico en busca del significado y la trascendencia del arte erótico, por Alex Acevedo.
Lectura de “Vida y Muerte de Cuatro Camarones”, ensayo de Alex Acevedo sobre la vida de cuatro figuras emblemáticas del cine porno norteamericano.
Lectura de “El Ojo del Gato” de Georges Bataille.
Proyección de la película “9 Songs” del director Michael Winterbottom, con comentarios del crítico de cine Augusto Bernal.
Lectura de cuentos cyberpunk enviados por los talleristas.
Lugar: Escuela de Cine Black María, Carrera 18 #82-23.

Sábado 3 de junio: Literatura Crónica.
Charla sobre periodismo narrativo a cargo de nuestro invitado especial Alberto Salcedo Ramos, ganador del Premio de Periodismo Rey de España (1998) y de tres Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar.
Lectura de "La Palabra de Juan Sierra", crónica de Alberto Salcedo Ramos.
Lectura de “La Ventana Indiscreta”, crónica de Néstor Pedraza.
Lectura de relatos eróticos de los talleristas.
Lugar: Ciudad Invisible Libro-Café, Carrera 4A #26-12, Barrio Macarena.

Sábado 10 de junio: Drogas y estados alterados de la mente.
Lectura de “Eurotrash”, relato de Irvine Welsh.
Charla colectiva a partir de la investigación de los talleristas sobre drogas y literatura, coordinada por Carlos Ayala.
Lectura de las crónicas periodísticas enviadas por los talleristas.
Lugar: Biblioteca Luís Ángel Arango, Calle 11 #4-14.

Sábado 17 de junio: Minificciones.
Charla sobre minificciones por Alex Acevedo.
Lectura de “Homenaje a Otto Weininger” de Juan José Arreola,
“Teoría de Dulcinea” de Juan José Arreola,
“Vaca” de Augusto Monterroso,
“Amor” de Hector Oesterheld,
“Hegel y los Buhos” de Alberto Barrera,
“El Dios de las Moscas”, de Marco Denevi.
Cada tallerista presenta su respectiva mini.
Lugar: Biblioteca Luís Ángel Arango, Calle 11 #4-14.

Sábado 24 de junio: El Juego y la Literatura.
"Relaciones entre la literatura y los videojuegos", charla del invitado especial César Sánchez, adicto a los videojuegos.
"El juego como arte y la literatura como juego", por Néstor Pedraza.
Lectura de “Final del Juego”, de Julio Cortázar.
Lectura de un cuento de los talleristas.
Lugar: Scroll, Carrera 33 #96-51, Barrio La Castellana

Sábado 1 de julio: Fuera del lugar.
Ensayo sobre la vida y obra de Raúl Gómez Jattin, por Carlos Ayala.
Lectura de “Exactamente no fue Bernadette", de Charles Bukowski.
Lecturas de textos de Jattin y de cuentos de los talleristas sobre la locura.
Lugar: Biblioteca Luís Ángel Arango, Calle 11 #4-14.

Sábado 8 de julio: Creación Colectiva.
Ensayo colectivo sobre creación colectiva a cargo de los orientadores Alex Acevedo, Carlos Ayala y Néstor Pedraza.
Lectura de cuentos colectivos de los talleristas.
"Producción del Vino", charla de nuestra invitada especial Lilian Alvarado, experta en el tema.
Gran Clausura del Taller, lubricada con vino de coca, cortesía de Casa de Los Vinos, Carrera 105 #20B-24, Fontibón.
Lugar: Monserrate, cancha de minitejo a unos dos minutos subiendo por el camino de los peregrinos.

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abril 20, 2006

Nace el Club del Fracaso


En principio, el acto de escribir se puede considerar como una derrota ante ciertas condiciones del mundo. Digamos que el escritor está insatisfecho con su entorno, percibe la banalidad del diario respirar y debe refugiarse en un mundo a su medida: el mundo de su propia creación literaria. Es decir, el escritor no está contento con ser un humano común y se eleva a la posición de Dios creador. Esta es la primera derrota.

A esta sigue una segunda, pues lo que escribe el escritor nunca lo satisface. La obra de arte es un continuo fracaso respecto de cierto ideal anaranjado que el escritor percibe a veces en duermevela, a veces muy despierto. Así comienza la autodestrucción.

Y a su vez, a esta segunda derrota sigue una tercera aún más contundente, puesto que el escritor quiere dar a conocer a los demás sus briegas con la literatura y no lo consigue. Aclaremos. El escritor sabe que sus escarceos no llegan a donde deben, pero al mismo tiempo contempla a los histriones que hacen cosas mucho peores y las venden al gran público con trombones y trompetas y serpentinas de ferias del libro. Es decir, el escritor sucumbe a la tentación de dar a conocer su fracaso, y también en esto falla. En este punto, cuando el escritor está postrado y las nubes se llenan de un gris nunca visto, aparece la solución mágica. Si todos los derrotados del mundo se unen y ponen sus mentes al servicio de la literatura, temblará la tierra y del suelo brotarán gusanitos de colores pastel, estampas rosadas, figurines. Bien, quizás no caigan de su pedestal los farsantes, pero este bello coro de derrotados, entonando a todo pulmón el himno de su desdicha, dañará de seguro el amanecer de las amas de casa, agriará la sopa del ejecutivo exitoso y provocará soltura estomacal en todos los autosatisfechos.

ALEX ACEVEDO

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