LAS FILIGRANAS DE PERDER

agosto 09, 2010

Una voz desde la roca


UNA VOZ DESDE LA ROCA

Luz del Alba Nicola

Concurso Mundial de Cuento y Poesía Pacifista.
Finalista - Cuento - Español



En esta lengua de tierra se despertó mi voluntad de hablar, por eso te ruego que me escuches quienquiera que seas. No aceptaré estar presumiendo de ser el único ser vivo de este planeta. ¡No! Eso me sumiría en una angustiosa soledad o, lo que es peor, me llevaría a vanagloriarme tanto de mi existencia que acabaría transformándome en una persona insoportable hasta para mí mismo. Seguro que estás sentado en una oreja de tierra, dispuesto a escuchar mi voz quebrada por los vientos. He visto los mejores amaneceres desde esta roca y he asistido a los conciertos del mar incluso en los oscuros días invernales. A veces siento que soy un espectador, reclinado cómodamente en la platea de este gran teatro, pero no quiero pensar que todo este vasto escenario haya sido montado con el único propósito de que yo lo disfrute. He aplaudido hasta rabiar cuando la ola gigante se inclinó a mis pies galantemente y luego retrocedió hasta perderse en el horizonte. Conozco a todas y a cada una de ellas. Hay una muy mañosa que siempre me salpica: cambia de rumbo varias veces, como para despistarme, y cuando creo que ya se alejó irremediablemente, entonces me sorprende con su exquisito sentido de humor. Ah, las olas… A veces me pregunto por qué este planeta tan azul, tan acuoso, ha querido mantener esta lengua de tierra en la superficie, semejando una expresión burlona. No es que se me ocurran estas cosas porque sí. Es que tuve un sueño: lo vi. como una boca babeante que sacaba la lengua. Ingenuo gesto desafiante para un viejo planeta prestigioso. Tal vez enloqueció. Le pregunté a la luna, que sabe mucho de estas cosas, si sabía algo al respecto. Me dijo que su pasado fue terrible, que tuvo que luchar contra una plaga que casi lo liquida. Él había sido generoso y la había dejado expandirse, incluso la alimentaba amorosamente como lo hace conmigo. Pero con las plagas nunca se sabe. Al menor descuido ¡zas! Y eso que ella se lo había advertido. No sé cómo ni cuando ocurrió.pero desde entonces cambió de actitud y hasta de fisonomía. Se curó definitivamente pero ya no habla más con nadie. Y la luna respeta su silencio, por eso no quiso entrar en detalles y cambió de tema. Me dijo que estaba ataviada con rocas más bellas que la mía pero que no había nadie que supiera apreciar todo su encanto. Por eso venía a visitarme todas las noches. Además porque es muy coqueta y le gusta verse reflejada en el mar, si he de ser sincero. Lo cierto es que supo cómo alejarme del tema y cuando me dí cuenta ya estaba muy entusiasmado discutiendo eufóricamente sobre otros asuntos. Le decía que no me dejo influenciar fácilmente por sus palabras… como aquel hermoso día de verano… la brisa corría cálida, inspirando malignos aires de libertad, acariciando mi delicado cuerpo tornasolado, susurrándome indescifrables sonidos armoniosos. Debo confesarte que sentí repentinos deseos de saltar. Me imaginé cayendo suavemente a los brazos maternales de las olas, dejándome llevar en una cabalgata interminable. Fue sólo un instante. No te preocupes. Nunca saltaré. Además no sé nadar. Y no puedo imaginarme lo que sería de mí sin ver otro atardecer desde mi roca. Definitivamente no saltaré nunca. El mar percibió mi breve lapso de inseguridad y se sintió satisfecho con mi decisión porque corrió presuroso a traerme un collar de algas de regalo. Realmente me conmovió, todavía lo llevo puesto. Si estuvieras sentadoen un ojo de tierra, podrías verlo. Seguramente me asemejo a un pintoresco rey sobre su trono. Pero mi natural modestia no me permite hacer tales comparaciones. Y esta roca, a veces, se parece más a un callo que a un trono. ¡Imagínate! Las lenguas, ¿tendrán callos? Porque, como podrás ver, es pequeña y rugosa. Ayer le descubrí una grieta, pero no fui a investigar. Es que no me gusta moverme mucho. Quizás tenga miedo de perder mi palco oficial. Porque desde este lugar puedo ver las cosas más claramente y hablar con más soltura. La costa es un lugar excitante. Te lo digo yo, que he vivido aquí toda mi vida. No me canso de contemplar la sensualidad con que la orilla enjuaga sus dorados cabellos en la inmensa pileta de aguas cristalinas y ahora se me antoja que esta roca es un broche de su pelo, prendidote sus bucles. Si la luna me estuviera escuchando, diría que me he contagiado de su romanticismo. Pero últimamente está callada, sumida en sus propios pensamientos. Me ha dado la impresión que ya no quiere hablar conmigo. Y la extraño. Ella bordaba hermosas hebras de plata sobre las olas mientras platicábamos. Debe ser por eso que me siento tan solo. Y tú, si estás sentado en un corazón de tierra, podrás comprender lo que te digo. No es que esté aburrido. ¿Quién podría hastiarse jamás de tanta belleza? Cuando los balones de espuma blanca volaron en el viento, uno aterrizó al costado mío y se desintegró como una efervescencia de estrellas. Lloré. Por primera vez lloré. ¡Qué efímera resulta la existencia! Aún para un simple mejillón como yo, cuidado y mimado hasta las lágrimas por este viejo planeta compasivo. Me pregunto por qué me mantendrá con vida. Dicen que un planeta no es bien estimado si no es capaz de crear a un ser con intelecto. Quizás me necesita. No debería preocuparme por estas cosas, lo sé. Pero la soledad a veces me trastorna. Soy joven, mis músculos son fuertes y mi cuerpo tiene los colores del arco iris. No me dejaré abatir por oscuros pensamientos. Te lo prometo. Pero, por favor, si estás por ahí, quienquiera que seas, ¡respóndeme!

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