LAS FILIGRANAS DE PERDER

mayo 19, 2006

Nancy Spungen: La Musa de Sid Vicious - Rocío Silva-Santisteban


NANCY SPUNGEN: LA MUSA DE SID VICIOUS
Rocío Silva-Santisteban

No sé lo que quiero pero sé cómo conseguirlo. Nada de sentimientos. El futuro no existe. Sólo quiero destruir. Todas estas voces levantaban su coro para romper el cielo. Los muchachos ingleses se hartaron de los hippies, del amor y la paz. Nunca de la droga, aunque sí un poco del sexo. Se raparon el pelo, se clavaron toda suerte de objetos en los brazos, la lengua y el pecho, y así empezó lo que después se conocería como la movida punk. Dos fueron sus líderes indiscutibles: The Clash y los Sex Pistols. Una fue su historia de amor: la de Sid y Nancy. Existen mil historias de pasiones amorosas en todos los tonos del rojo. Pero nunca una con tanta sangre y tanta droga. Sid Vicious y Nancy Spungen escribieron a punta de navajazos esta historia para pasar a la posteridad.

Sid Vicious no era tan vicioso hasta que se topo con Nancy Spungen. Ella era una rubia al pomo, regordeta y con cierta belleza vulgar. Heroinómana. Diosa del glamour punk. Hebillas, cuero negro, minifaldas de polivinilo. Y suciedad. Nancy se convirtió en la primera groupie en llegar a lo más alto: convertirse en la musa del rockero en cuestión, compartir sus jeringas y sus sueños delirantes. Pero también se volvió la primera groupie en caer en lo más bajo: ser asesinada por el rockero en cuestión.

Así es. Esta historia de amor no podía terminar de otra manera: "¿Quieres morir?, ¡A ver, contéstame, ¿quieres morir?!". "Si, si quiero, mátame, lo único que quiero es morir, tú me lo prometiste". "Entonces muere" y Sid le enterró en el estómago la punta de su navaja suiza recién comprada. Pensó que sólo se trataba de una herida superficial como las que él mismo solía infligirse en medio de la catarsis de sus conciertos. Pero ella no reaccionó más. El frío glacial de la bajada lo despertó sobre el piso de una comisaría en Nueva York. El muchacho fue detenido por asesinato. El famoso Hotel Chelsea tenía otra historia en su haber, aunque fuera de sus instalaciones una diestra mano punk había escrito sobre la pared: Sid Vicious es inocente, Nancy.

El héroe y su relación con la heroína

Nancy era una groupie profesional: una de esas chicas que andan detrás de su cantante preferido, lo persiguen, le tiran toda suerte de objetos olorosos e intentan por todos los medios meterse en su cama. Lo había logrado con varios rockeros y cuando conoció a Sid en realidad perseguía a Rock Hell de los Heartbreakers, por eso había cruzado el charco y aterrizado en Londres una tarde helada de febrero de 1976.

Cuando vio por primera vez a Sid ni le dio importancia hasta que mencionaron que se trataba del bajista de los Sex Pistols. "Tengo todos tus discos, Johnny" le dijo estirándole la mano. "Yo no soy Johnny, soy Sid" le contestó Vicious sin importar que lo confundiera con el cerebral John Joseph Lydon, más conocido como Johnny Rotten. Nancy se hizo la desentendida y esa misma noche, en el departamento de su amiga Linda, una dominatriz de un espectáculo sadomasoquista, intentó meterse en el sleeping de Sid. El saltó del suelo y Johnny, que dormía al frente y a quien Nancy le cayó cuáker desde el primer momento, le gritó que a los Pistols el sexo les parecía lo más asqueroso y el amor lo más imbécil.

Nancy aguantó, cerro los ojos y preparó una nueva estrategia. Esa estrategia tenía un nombre: heroína. Fue Nancy quien enganchó a Sid con el verdadero vicio de este fin de siglo. Y los dos se amaron hasta la muerte.

Muérete joven y serás un hermoso cadáver

Pero fue Nancy también la única que llegó a controlar y motivar al verdadero motor de los Pistols. Porque si Johnny Rotten era el artífice, el ojo de la tormenta y la voz del huracán, su exceso de cálculo le quitaba espontaneidad. En cambio Vicious, que no medía ninguna consecuencia, que en todos sus conciertos grababa parte de sus canciones sobre su pecho con un puñal, era el espíritu maldito que animaba a los fans. El verdadero símbolo.

Y es que, si lo notan en las fotos, por más que Vicious intentaba mostrarse agresivo y feo no podía lograr las performances de su amigo Juanito. Johnny era naturalmente feo, llevaba el pelo pintado de naranja, escupía, sus muecas eran perfectamente asquerosas y repulsivas. En cambio el chico Sid intentaba por todos los medios dar asco y sólo producía un estremecimiento mental. Si, a pesar de todo, era sexy. El más sexy de los Sex Pistols. Con cuchilladas, con navajazos. Su cuerpo delgado y blanquecino y la forma de moverse dando saltos epilépticos no sólo revolucionaron el movimiento sino que crearon el baile de los 80 reactualizado en los 90: el pogo.

Nancy supo desde el primer momento que ese chico era grande. Y Sid llegaría a hacer cualquier cosa por ella. Era la primera vez en la vida de la rubia regordeta que alguien no la golpeaba ni la abandonaba a su suerte. Los dos convivieron los tres años que duró la banda y unos cuantos días más. Johnny y Malcom McLaren, el manager, culparon a Nancy de casi todos los problemas de los Pistols (una Yoko Ono actualizada).

Nancy intentó que Vicious triunfara como solista en Estados Unidos. Pero la droga ya había enturbiado buena parte de sus neuronas y no podía siquiera memorizar completa la letra de una canción. Así que rebotaron y rebotaron de hotel en hotel y de pueblo en pueblo. Sin dejar ni por un solo segundo a su amada muerte lenta.

Algunos meses después de encajarle la navaja en la barriga, Sid intentó suicidarse en la cárcel cortándose las venas con los vidrios de un foco de 60 vatios. Piña: la policía pudo intervenir a tiempo y colocarle, como en sus mejor época, vendas blancas en los brazos; dicho sea de paso, totalmente enrojecidos por los sucesivos piquetitos. Finalmente, luego de inyectarse una dosis furiosa a los 22 años, Sid murió el 3 de febrero de 1979. Para colmo de males con otra rubia en la cama.

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