LAS FILIGRANAS DE PERDER

mayo 30, 2007

La Aventura de Príapo con Vesta - Colaboración desde Villaviciosa de Odón, España


LA AVENTURA DE PRÍAPO CON VESTA
Daniel de Culla

Yacía Vesta en un profundo sueño
yo no sé si en los campos o en la alcoba
cuando un afilador brujo o hechicero
conocido como Príapo
viendo su puerta abierta
callandito andando y lentamente
atisba el sitio donde duerme la moza
y ya se acerca, ya llega
ya se relame de yacer con ella
cuando pega su Asno un Rebuzno
que por fortuna hace despertar a la moza
dando chasco y buen chasco al afilador
siendo la moza deudora al Asno
pues si no es por su Rebuzno
hubiera sido apriapada sin quererlo.

Confuso se retira el afilador
y hace su camino de siempre
de Iscar a Vallelado, renegado
con su chiflo silbando y gritando:

—El Afilador. Afilo tijeras, cuchillos, navajas
el afilador, el afilador.

Siete jóvenes se acercaron
que le llevaban siete flautas
dibujadas con cartulinas de colores.

—Hola, afilador, le dijeron.
¿Puedes tú afilar nuestras siete flautas
siete flautas de Bartolo?

¡Cómo se oscureció el hombre!
El viento emitía un leve quejido
en las siete flautas de Bartolo
mientras la pesada piedra redonda
acogía la hoja de una "cheira"
dando vueltas en las manos de afilar.

—Como os pille, mequetrefes, zoquetes, holgazanes…
gritó el afilador al ver correr a los chicos
alejándose por el camino del fin
que lleva a Chañe.

Y a su Asno maldecía, sin embargo
(no es menester se diga porqué).
Toda la corte celestial de poetas
que supieron de este chasco
riendo le repetían al oído:
—Pues Príapo esta vez
gracias al Asno tan sólo consiguió
chuparse el dedo, ¿eh?

Apréndete la historia del Cochero de Amor
que dice el lance cual expreso
que la historia popular bien clarito nos los dice:
"Si eres cochero, de noche acude al cencerro".
Esto le decía al cura de Navalmanzano
la mujer de un cochero
de esos que hacían la línea
de Cuellar a Vallelado
que tenían concertado amores entre ellos
y habían quedado
que cuando el cura saliera a los trigales
hiciera sonar un cencerro como buey.

Oyéndolo, un día el cochero dijo a su mujer:
—Corre ve a echar aquel buey.
—Que me place mi apiadado, le contesta la mujer.

A echar al buey se apresura
volviendo a casa con regla y mesura
y cantando:
"Siete le vacío y siete le hincho cada día."
Siempre tenaz, el afilador
no pudo evitar reírse
como si hubiera entendido, el majadero.

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