julio 13, 2008
En cumplimiento del deber - Colaboración desde España
EN CUMPLIMIENTO DEL DEBER
Senén Rodriguez Perini
Senén Rodriguez Perini
“¡Hoy me toca a mí!, recuerdo perfectamente que anteayer lo bañaste vos.” La Sheila estaba furiosa, y este era un dialogado permanente los días de baño de Arturito entre las enfermeras del pensionado. No pasaba lo mismo cuando se trataba de cualquiera de los ancianos internados o de los otros deficientes mentales. Arturito, joven de 26 años que no conocía otro hogar, siempre era motivo de discordias.
“¿El miércoles?, ¿el miércoles?, ¡vos lo bañaste el miércoles, no te hagas la viva, bien clarito lo tengo! Vos siempre haciéndote la loca. Hoy es viernes y me toca a mí. El miércoles fuiste vos y si quisieras podrías acordarte que Don Carlos te volcó el café con leche en la túnica y tuviste que ir a cambiarte y aprovechaste para llevarlo al baño y resolver. ¿O ya te olvidaste, ya?” La Carola no se quedaba atrás en las discusiones, y en este caso sus apreciaciones habían sido fulminantes, se podía ver el efecto demoledor de ese dato del café con leche en la cara de Sheila. Estaba descubierta. Como frente a un jurado se confesó culpable.
“¡Tenés razón, tenés razón!, terminala de una vez, me había olvidado de ese asunto de la mancha del café, ¿nunca te olvidas de nada vos?”, le respondió irritada. No estaba enojada, simplemente frustrada y retrocedía en el campo de batalla, aceptando los argumentos irrefutables de Carola.
Toda la discusión, como era rutinario dentro del pensionado los días de baño, con la sola excepción que alguna de ellas faltara a su trabajo, era seguida con interés por Arturito que las miraba entusiasmado desde su oligofrenia franca, a la espera de órdenes simples.
Victoriosa y esperanzada, la voz de Carola resonó en la antesala con una mezcla de orden y cariño.
“¡Arturito!, vení viejo, vamos a bañarte, venga con Carolita que lo va a bañar.”
La cara del deficiente mental esbozo una sonrisa y entro al baño con pasos torpes, quitándose la ropa en forma automática. Atrás de él pasó la enfermera y trancó la puerta.
Arturito disfrutaba el baño con agua calentita, y siempre le daban el patito de plástico que a él le encantaba. Cuando se iba a sacar el calzón que ocultaba una muy abultada sorpresa, la voz de Carola volvió a retumbar en el baño cerrado, ahora con más cariño que orden, en la mezcla de tonos:
“¡No Arturito, eso no, el calzoncillito se lo quita Carolita como siempre, ¿nunca se acuerda, mi bobito chiquititito?”
Arturito sonreía con placer, jugando con el patito, mientras la enfermera hacía sus deberes. Esta parte era la que más le gustaba del baño.
“¿El miércoles?, ¿el miércoles?, ¡vos lo bañaste el miércoles, no te hagas la viva, bien clarito lo tengo! Vos siempre haciéndote la loca. Hoy es viernes y me toca a mí. El miércoles fuiste vos y si quisieras podrías acordarte que Don Carlos te volcó el café con leche en la túnica y tuviste que ir a cambiarte y aprovechaste para llevarlo al baño y resolver. ¿O ya te olvidaste, ya?” La Carola no se quedaba atrás en las discusiones, y en este caso sus apreciaciones habían sido fulminantes, se podía ver el efecto demoledor de ese dato del café con leche en la cara de Sheila. Estaba descubierta. Como frente a un jurado se confesó culpable.
“¡Tenés razón, tenés razón!, terminala de una vez, me había olvidado de ese asunto de la mancha del café, ¿nunca te olvidas de nada vos?”, le respondió irritada. No estaba enojada, simplemente frustrada y retrocedía en el campo de batalla, aceptando los argumentos irrefutables de Carola.
Toda la discusión, como era rutinario dentro del pensionado los días de baño, con la sola excepción que alguna de ellas faltara a su trabajo, era seguida con interés por Arturito que las miraba entusiasmado desde su oligofrenia franca, a la espera de órdenes simples.
Victoriosa y esperanzada, la voz de Carola resonó en la antesala con una mezcla de orden y cariño.
“¡Arturito!, vení viejo, vamos a bañarte, venga con Carolita que lo va a bañar.”
La cara del deficiente mental esbozo una sonrisa y entro al baño con pasos torpes, quitándose la ropa en forma automática. Atrás de él pasó la enfermera y trancó la puerta.
Arturito disfrutaba el baño con agua calentita, y siempre le daban el patito de plástico que a él le encantaba. Cuando se iba a sacar el calzón que ocultaba una muy abultada sorpresa, la voz de Carola volvió a retumbar en el baño cerrado, ahora con más cariño que orden, en la mezcla de tonos:
“¡No Arturito, eso no, el calzoncillito se lo quita Carolita como siempre, ¿nunca se acuerda, mi bobito chiquititito?”
Arturito sonreía con placer, jugando con el patito, mientras la enfermera hacía sus deberes. Esta parte era la que más le gustaba del baño.
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