LAS FILIGRANAS DE PERDER

julio 09, 2007

Palemón - Colaboración desde Argentina


PALEMÓN
Oscar Portela

Blanca es ésta página y helada como la soledad
del cuerpo mío. Fluye tras el cristal como la vida
que es muerte y río, oscuridad y endriagos.

Ah, ya lo sé, lo sé. ¿Que más da, estar muertos
o estar vivos? ¿Acaso el Otro lo echaría en cuenta?

Lo he comprobado ya. Sólo a la soledad confío
los augurios del tiempo. Soy invisible al Otro
y su porfía. Me he muerto ya con el deseo a cuestas
que lleva en sí los encontrados reinos del poema.

Estoy de vuelta. Es de noche y el día me acongoja.
Todo humano es hostil a mis ensueños.
Solo, solicísimo confío al verso las plegarias
de vagos pensamientos. El sol me escalda.

El triste gris acero de los cielos el sueño no me quita.
No hay albergues. Deshabitado estoy como Carfaxs
en Ruinas y solo entro a la noche en la que vivo.

Todo otro es ausencia. Sólo ausencia. Los llamados
se han muerto en las estepas y el aullido bronco y espasmódico
mustio está ahora bajo el áureo hielo.

¿A qué escribir entonces si el circulo vicioso
repite el estribillo eternamente?

¿A qué volcar en blanco las penurias de la tierra indigente
que ha parido lobeznos en la blancura de los sueños?

Nadie sabe si estoy o si me ido.
A nadie importa éste destino
cierto que tiene por verdad la urna ya elegida.

Y nadie lo sabrá cuando a la nada entre en el silencio
sin llamar siquiera. Alguien me espera entre la zarza ardiente.

Su voz tonante es dulce y su figura altiva de Adán desnudo
y sin pecado alguno ni redención, ni Paraísos idos,
me lleva hacia otras puertas nunca abiertas.

¿Qué importa ahora si sueño todo esto?

No vivo en el desierto. Si la noche y el infierno
temido es el deseo que tiembla entre mis labios
cuando sueño….

Allí la zarza sigue ardiendo a solas
como mi corazón en el desierto.

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